lunes, 16 de julio de 2012

Destino....MARRUECOS.

Aït Ben Haddou, la perla de Marruecos

Por L. Moreno | 13/07/2012 - 18:30
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¿Quién dijo que era imposible encontrar una perla en el desierto? Aunque desde lejos parecen más bien castillos de arena a punto de desplomarse, estas construcciones tienen más valor que un diamante para los nómadas del norte de África.

Las Kasbahs son fortalezas ubicadas en lugares estratégicos que servían de refugio a los pueblos cercanos cuando éstos eran atacados por sus enemigos. Razón por la cual la mayoría de estas construcciones carecen de ventanas y sus muros presumen de ser gruesos, sólidos e impermeables. Un verdadero escudo para defenderse del invasor construido a base de adobe, barro, cañas y troncos. Los pocos materiales que se podían conseguir en el egoísta desierto. Las Kabhas se levantaban alrededor de un oásis y eran visita indispensable para las caravanas. De este modo, los mercaderes nómadas podían reponer víveres o vender su mercancía, e hilaban una senda comercial a través del desierto compuesta por mil de estos castillos de arena a gran escala.

 Entre las montañas del Atlas, las altas torres de Taourirt, Tizi-n-Tichka o Telouét cortan el horizonte. La Ruta de las Mil Kasbahs es famosa para todo senderista que desee perderse por el norte de África. Pero sin duda, la rosa en este ramo arquitectónico de flores del desierto es Aït Ben Haddou, cuyas casas convierten en una terraza escalonada una colina de Marruecos. Situada a medio camino en la antigua ruta caravanera entre el Sahara y Marrakech, parece un rincón perdido en el tiempo, un espejismo color arena a punto de desvanecerse en la inmensidad de las dunas.
Aït Ben Haddou vivió su época de mayor esplendor hace siglos. Ahora, cuando el sol cae con más fuerza, parece un cementerio de arena abandonado, poblado de fantasmas y de historias pasadas, con perdón de los puestos que levantan sus habitantes a las afueras donde exponen a los turistas alfombras y piezas de artesanía local.
  Los ecos de las batallas que presenció la fortaleza persisten en sus muros como una cacofonía, al igual que diez familias que cultivan en época de lluvia lo suficiente para abastecerse y se niegan a cambiar sus casas por la ciudad. Es el orgullo que aún late en las venas del noble pueblo bereber, una sociedad conservadora que se abraza con todas sus fuerzas al Islam.
Por desgracia, el progreso colonizador de las últimas décadas ha erosionado con más fuerza que el viento las paredes de las kasbahs, que han sufrido un abandono progresivo de sus habitantes, atraídos por la modernidad de la civilización y los materiales más sólidos y consistentes de las nuevas edificaciones. El deterioro ha mellado la riqueza artística, cultural e histórica de estas fortificaciones. La mayor parte de los turistas que pisan sus calles milenarias son actores, directores y compañías productoras extranjeras que, al contrario de los autóctonos, valoran la belleza de estos castillos de arena y viajan miles de kilómetros para convertirlos en los platós de su rodaje. Los nuevos bereberes vienen de Hollywood: 'Lawrence de Arabia', 'Gladiator', 'La momia', 'El reino de los cielos' o 'La joya del Nilo' son algunos de los ejemplos cinematográficos que se han acuñado tars los muros de estas fortalezas semi-escondidas.
 Y si la indiferencia de las autoridades locales ante esta joya persiste, amenaza con condenarles a un destino peor que quedar sepultados bajo el desierto: el olvido.
¿Y si la rescatamos con unas vacaciones en un castillo de arena?

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